16 enero 2009
Martes y 13
Será eso. El pasado martes era 13 de enero, y en lugar de quedarme quieto sin provocar a las meigas, se me ocurrió meterme de lleno en las clasificaciones de las Ligas de Raid 2008. Y el martes y trece me duró hasta hoy. Cuatro días. Vaya desastre. Y no tuve ni tiempo de asomarme a los nuevos reglamentos.
La Liga de Alta Competición 2008 de Caballos estaba mal, para empezar, y la de Jinetes dependerá de cómo se interpreta la normativa 4, sin contar, para las dos, si son o no puntúables los raids CEI*** de Ripoll y Lagoa de Antela. Y si lo son, pues lo lógico es que lo sean tanto para jinetes como para caballos. Y si no lo son, ídem de ídem. Digo.
Las soluciones salomónicas no suelen ser muy prácticas. Son prácticas para quien las toma, porque evita mojarse, pero en este caso no creo que con ellas se consiga que todos los afectados las acepten así por las buenas. Alguien incluso podría recurrirlas. Pero uno de los problemas es que para recurrir hace falta tiempo, y probablemente también dinero. Y si alguien piensa que recurriendo las clasificaciones, hasta sus últimas consecuencias, podrá despertar algo de pundonor o de seriedad dentro de la burocracia que pretende dirigirnos, está muy equivocado. Nuestro futuro está muy negro. La burocracia esa es un mole inamovible lleno de vejestorios que sólo piensan en defender su puesto en el pesebre con uñas y dientes, pasando de todo lo demás.
Hay desidia, hay incompetencia, y hay momentos en que uno se pregunta si no habrá también mala fe, o incluso sabotaje. También es cierto que hay gente de buena voluntad, que intentan hacer las cosas bien, sin duda los hay, pero después de pasarles el rodillo por encima, terminan tirando la toalla, todos. Y, a nivel oficial, esa burocracia tiene tal inercia, y cuesta tanto moverla, que difícilmente se conseguirá algo positivo en lo que queda de legislatura. Y quedan casi 4 años. De hecho, lo suyo sería volar toda la estructura y empezar de cero. Voladura controlada, por supuesto.
Pero también es verdad que tenemos lo que nos merecemos. Cada vez que se ha intentado organizar, más o menos paralelamente a los poderes oficiales, un grupo de fuerza para defender nuestro deporte, los proyectos han fracasado, por defectos internos. Y también eso tiene una explicación lógica: los que están arriba, o más o menos arriba, tienden a huir de los compromisos demasiado descarados, no vaya a ser que les salpiquen, y para ellos nunca es el buen momento. Y también desde dentro es a veces difícil distinguir entre la prudencia de no perjudicar al deporte y la necesidad de hacer oposición. Sin hablar de las claras salidas de tono y pérdidas de las formas, que siempre quitan la razón al que en principio la podría tener pero no sabe presentarla sin insultos o despropósitos. Y claro, los hábiles de la política siempre saben utilizar esas situaciones a su favor.
Así nos fue. Así nos va.
Las soluciones no son fáciles. El raid es un deporte muy individualista, donde tu compañero de equipo de un día puede hasta ser tu mayor rival todos los demás días del año, y eso hace complicado la connivencia, sobre todo si coinciden en un mismo proyecto dos protagonistas de cierto nivel. Y eso explica que algunas veces, no más lejos que la última temporada, uno tenga que escuchar comentarios menospreciativos que no vienen a cuenta, y de boca de quienes, por su más reciente historial exitoso, ganarían mucho más manteniéndola cerrada. Además, en boca cerrada no entran moscas.
En este deporte tan individualista hace falta una mano fuerte para conseguir un cierto progreso. Pero no una mano cualquiera. La mano fuerte solamente puede ejercerla quién por sus conocimientos y su experiencia demanda un respeto justificado de la mayoría del colectivo. En Francia, con Pierre Cazes, había esta persona. En Bélgica, a un nivel más modesto, la hay con Pierre Arnould, como en Brasil con Guilherme Santos, y en Portugal con Paulo Branco. Habrá más, por supuesto. No son exactamente lo mismo, ni son unos angelitos o unos superhombres, no lo son para nada. Pero tienen en común que intentan irradiar ilusión e unidad, que sus conocimientos, cada uno en su entorno, son buenos, y que sus cargos no dependen demasiado de las políticas federativas diarias (cada día más parecidas a Roma en su máxima decadencia), y que por lo tanto, con el apoyo más o menos mayoritario de sus deportistas, pueden trabajar a plazo largo.
A nivel de habilidad política, la fase más favorable en nuestra reciente historia la protagonizó un ex-jugador de rugby, un deporte donde la individualidad no es nada y donde el equipo lo es todo. A pesar de sus pocos conocimientos raidistas, supo organizar una estructura funcional. Sin embargo, muchas veces parece que soy el único en añorar este tiempo, donde se planificaba a muchos años vista.
Otro error puede ser pensar que el respeto de nuestros burócratas se consigue al traerles medallas. Eso es demasiado simplista. Además, en muchos ambientes oficialistas, nuestras medallas producen más prurito que entusiasmo. La envidia, la pxxx envidia, es la que dirige este mundillo, y para que nuestras medallas produzcan respeto habrá que aderezarlas con una buena salsa de descaro total y acompañarlas de una ensalada de aplomo y valor. Sin perder las formas, pero con una firmeza inquebrantable, e igual de importante, hay que hacerlo como colectivo. El respeto no se da, el respeto se conquista. Se puede conquistar respeto seduciendo, enamorando ó convenciendo, pero eso ya hemos visto que no funciona, están sordos por ese lado. Por lo tanto habrá que conquistarlo imponiendo, con buenos modales pero con firmeza y decisión. Nunca lo entenderán de otra manera, nunca. Y, desgraciadamente, sé lo que digo.
Lo más complicado, sin duda, será hacerlo como colectivo. Evitar las polémicas internas que los especialistas políticos siempre sabrán utilizar a su favor. Formar un bloque fuerte, con una buena democracia interna, pero sin anarquía ni discusiones interminables sobre el sexo de los ángeles u otros aspectos periféricos que dividen más que unen. Siempre habrá voces disidentes, eso es inevitable, pero si se consigue un consenso bien mayoritario, podría funcionar.
¿Funcionará? Quizás. Siendo hoy, cuatro días más tarde, todavía martes y trece, los augurios son más bien negativos, ya lo sé. Pero mañana será sábado, día 17, y ese martes y trece que ya me lleva cuatro días por el camino de la amargura, habrá acabado. No se habrán resuelto las clasificaciones de las Ligas 2008, también lo sé, pero mañana miraré para otro lado, a ver si escampa, a ver si se aleja la tormenta de las dudas y de los cabreos, a ver cómo sale el sol.
Mañana puede ser un gran día. Sólo depende de nosotros mismos.
Carpe diem,
KF.
La Liga de Alta Competición 2008 de Caballos estaba mal, para empezar, y la de Jinetes dependerá de cómo se interpreta la normativa 4, sin contar, para las dos, si son o no puntúables los raids CEI*** de Ripoll y Lagoa de Antela. Y si lo son, pues lo lógico es que lo sean tanto para jinetes como para caballos. Y si no lo son, ídem de ídem. Digo.
Las soluciones salomónicas no suelen ser muy prácticas. Son prácticas para quien las toma, porque evita mojarse, pero en este caso no creo que con ellas se consiga que todos los afectados las acepten así por las buenas. Alguien incluso podría recurrirlas. Pero uno de los problemas es que para recurrir hace falta tiempo, y probablemente también dinero. Y si alguien piensa que recurriendo las clasificaciones, hasta sus últimas consecuencias, podrá despertar algo de pundonor o de seriedad dentro de la burocracia que pretende dirigirnos, está muy equivocado. Nuestro futuro está muy negro. La burocracia esa es un mole inamovible lleno de vejestorios que sólo piensan en defender su puesto en el pesebre con uñas y dientes, pasando de todo lo demás.
Hay desidia, hay incompetencia, y hay momentos en que uno se pregunta si no habrá también mala fe, o incluso sabotaje. También es cierto que hay gente de buena voluntad, que intentan hacer las cosas bien, sin duda los hay, pero después de pasarles el rodillo por encima, terminan tirando la toalla, todos. Y, a nivel oficial, esa burocracia tiene tal inercia, y cuesta tanto moverla, que difícilmente se conseguirá algo positivo en lo que queda de legislatura. Y quedan casi 4 años. De hecho, lo suyo sería volar toda la estructura y empezar de cero. Voladura controlada, por supuesto.
Pero también es verdad que tenemos lo que nos merecemos. Cada vez que se ha intentado organizar, más o menos paralelamente a los poderes oficiales, un grupo de fuerza para defender nuestro deporte, los proyectos han fracasado, por defectos internos. Y también eso tiene una explicación lógica: los que están arriba, o más o menos arriba, tienden a huir de los compromisos demasiado descarados, no vaya a ser que les salpiquen, y para ellos nunca es el buen momento. Y también desde dentro es a veces difícil distinguir entre la prudencia de no perjudicar al deporte y la necesidad de hacer oposición. Sin hablar de las claras salidas de tono y pérdidas de las formas, que siempre quitan la razón al que en principio la podría tener pero no sabe presentarla sin insultos o despropósitos. Y claro, los hábiles de la política siempre saben utilizar esas situaciones a su favor.
Así nos fue. Así nos va.
Las soluciones no son fáciles. El raid es un deporte muy individualista, donde tu compañero de equipo de un día puede hasta ser tu mayor rival todos los demás días del año, y eso hace complicado la connivencia, sobre todo si coinciden en un mismo proyecto dos protagonistas de cierto nivel. Y eso explica que algunas veces, no más lejos que la última temporada, uno tenga que escuchar comentarios menospreciativos que no vienen a cuenta, y de boca de quienes, por su más reciente historial exitoso, ganarían mucho más manteniéndola cerrada. Además, en boca cerrada no entran moscas.
En este deporte tan individualista hace falta una mano fuerte para conseguir un cierto progreso. Pero no una mano cualquiera. La mano fuerte solamente puede ejercerla quién por sus conocimientos y su experiencia demanda un respeto justificado de la mayoría del colectivo. En Francia, con Pierre Cazes, había esta persona. En Bélgica, a un nivel más modesto, la hay con Pierre Arnould, como en Brasil con Guilherme Santos, y en Portugal con Paulo Branco. Habrá más, por supuesto. No son exactamente lo mismo, ni son unos angelitos o unos superhombres, no lo son para nada. Pero tienen en común que intentan irradiar ilusión e unidad, que sus conocimientos, cada uno en su entorno, son buenos, y que sus cargos no dependen demasiado de las políticas federativas diarias (cada día más parecidas a Roma en su máxima decadencia), y que por lo tanto, con el apoyo más o menos mayoritario de sus deportistas, pueden trabajar a plazo largo.
A nivel de habilidad política, la fase más favorable en nuestra reciente historia la protagonizó un ex-jugador de rugby, un deporte donde la individualidad no es nada y donde el equipo lo es todo. A pesar de sus pocos conocimientos raidistas, supo organizar una estructura funcional. Sin embargo, muchas veces parece que soy el único en añorar este tiempo, donde se planificaba a muchos años vista.
Otro error puede ser pensar que el respeto de nuestros burócratas se consigue al traerles medallas. Eso es demasiado simplista. Además, en muchos ambientes oficialistas, nuestras medallas producen más prurito que entusiasmo. La envidia, la pxxx envidia, es la que dirige este mundillo, y para que nuestras medallas produzcan respeto habrá que aderezarlas con una buena salsa de descaro total y acompañarlas de una ensalada de aplomo y valor. Sin perder las formas, pero con una firmeza inquebrantable, e igual de importante, hay que hacerlo como colectivo. El respeto no se da, el respeto se conquista. Se puede conquistar respeto seduciendo, enamorando ó convenciendo, pero eso ya hemos visto que no funciona, están sordos por ese lado. Por lo tanto habrá que conquistarlo imponiendo, con buenos modales pero con firmeza y decisión. Nunca lo entenderán de otra manera, nunca. Y, desgraciadamente, sé lo que digo.
Lo más complicado, sin duda, será hacerlo como colectivo. Evitar las polémicas internas que los especialistas políticos siempre sabrán utilizar a su favor. Formar un bloque fuerte, con una buena democracia interna, pero sin anarquía ni discusiones interminables sobre el sexo de los ángeles u otros aspectos periféricos que dividen más que unen. Siempre habrá voces disidentes, eso es inevitable, pero si se consigue un consenso bien mayoritario, podría funcionar.
¿Funcionará? Quizás. Siendo hoy, cuatro días más tarde, todavía martes y trece, los augurios son más bien negativos, ya lo sé. Pero mañana será sábado, día 17, y ese martes y trece que ya me lleva cuatro días por el camino de la amargura, habrá acabado. No se habrán resuelto las clasificaciones de las Ligas 2008, también lo sé, pero mañana miraré para otro lado, a ver si escampa, a ver si se aleja la tormenta de las dudas y de los cabreos, a ver cómo sale el sol.
Mañana puede ser un gran día. Sólo depende de nosotros mismos.
Carpe diem,
KF.